lunes, 22 de diciembre de 2008

Pero no volver atrás

“Los hombres pasan, pero las Instituciones quedan”.
Un reiterado, hasta manoseado pensamiento, que sin embargo nos permite reflexionar hoy en día sobre nuestros preocupantes acontecimientos sociales, donde el juego de la bien o mal intencionada política partidista, mueve sus fichas en acciones suicidas y a menudo irresponsables sobre un tablero nacional incandescente, si bien resquebrajando estructuras formales de viejas instituciones amañadas y corruptas, o conceptos con un buen grado de manipulación y caducidad, pero asimismo arrojando gasolina a fogatas discriminatorias o revanchistas que deberían, a fuerza de tanta historia, haber sido sofocadas definitivamente, tanto por su alta peligrosidad como por sus nefastos resultados muy posibles, a corto plazo, para nuestro país.

Porque en ese veleidoso y negativamente competitivo juego de poder, protagonistas y observadores, incluidos y excluidos, nos convertiremos irremediablemente en víctimas fatales de sus efectos. Y no está bien. Así como no está bien, por cierto, pensar que las cosas deberían seguir como antes: con sus vicios ocultos, sus poderes pedantes, sus avales para poder llevar el pan a la casa o sus misteriosos manejos económicos y políticos, efectuados con alguna delantera legal pero a espaldas de la justicia. Y tampoco estaría bien, obviamente, que hoy nos repitan la pesadilla con la única diferencia en el color del traje y el estilo del corte.

Por tanto, está bien replegarnos en la comprensión hacia actos o actitudes de ciertos actuales personajes, rayanas en la ignorancia, en la bellaquería o en la inexperiencia sobre el manejo del gobierno y del poder, pero tampoco estaría bien el confundir nuestra mentada comprensión con una actitud de conformismo, resignación o de un silencio largo que, como reza la Proclama de la Junta Tuitiva, pueda resultar “bastante parecido a la estupidez”.

Y está bien que el actual proceso socio político tenga errores, juicios y equivocaciones siempre y cuando éstos sean susceptibles de enmendarse, pero tampoco estaría bien que dichos errores, juicios y equivocaciones se conviertan en prácticas manipuladoras e institucionalizadas.

Es decir, está bien que muchas cosas sucedan, siempre y cuando exista la posibilidad democrática y realmente participativa de poder observarlas, criticarlas y cambiarlas si afectan la unidad del Estado, o perfeccionarlas en forma amplia e inteligente para mantener su cohesión. Pero no estaría bien el prestarnos al “juegito” de lo anteriormente injusto, o el alentar temerariamente a que muchas cosas sucedan, a sabiendas que las mismas podrían empujarnos hacia el abismo.

Todo, en suma, o casi todo podríamos aceptar. Con la única condición democrática de ser todos verdaderamente incluidos, regionalmente respetados y nacionalmente unidos. Que prime de una buena vez, el criterio cualitativo y no solo el cuantitativo. Así, seguramente, podremos ser muchos más.

Pero, eso sí, no olvidemos que nunca, nunca debemos volver atrás.


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